Mi primer día en Perú
- Janin Ricoveri
- 28 ene 2019
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 17 mar 2019
Nadie dijo que empezar de cero en un nuevo país sería fácil.
Esta historia se remonta al 1 de febrero del 2018. Llegué a Perú a eso de las 2am al terminal “Plaza Norte” en Lima junto con 4 personas más después de varios agotadores días de viaje donde pasamos por muchos malos momentos... Incluso accidentes de tránsito, estafas, chantajes, en fin.
Como mencioné, llegué a Lima acompañada con mi amiga Elena, su primo Luis, Andrea y su padre Esteban. El Sr. Esteban era quien conocía a Pablo, la persona que nos recibiría en Lima en el momento de nuestra llegada. Se suponía que llegaríamos a las 10pm del 31 de enero, pero por las complicaciones del viaje arribamos al terminal a las 2am del día siguiente. Debido a eso estuvimos muy cerca de dormir en el suelo del terminal por no tener a donde ir.
Para nuestra fortuna, Pablo, un joven de unos 21 años y excelente persona, nos estaba esperando para alojarnos en la casa de su abuela quien alquilaba habitaciones para venezolanos recién llegados. El asunto es que tuvimos que dormir todos (5 personas) en la misma habitación porque no tenía más disponibles... Todo esto, en un lugar llamado Salamanca, ubicado en el distrito de Ate. Lo cierto es que la experiencia de hospedarnos así no fue grata, al menos para mis amigas y para mí.... Imagínense, la abuela de Pablo entendió que esa habitación era para 2 personas, en específico 2 hombres. Lo siguiente fue que la señora no quería que mis amigas y yo nos quedáramos allí. Después entendí el motivo por el cual la señora desconfiaba... Al parecer, un mes antes quiso ayudar a 2 chicas venezolanas. Les dijo que podían hospedarse y pagar el alquiler apenas consiguieran trabajo. Cuál sería su sorpresa que al momento de que estas chicas se ubicaron laboralmente, se fueron sin pagar... Y, a fin de cuentas. "por uno, pagamos todos”
Aunque el Sr. Esteban intercedió por nosotras, nos dió menos de una semana para encontrar un nuevo lugar donde quedarnos.
El dormitorio solo contaba con una cama matrimonial, donde nos arreglamos nosotras 3 y el Sr Esteban, y Luis se acomodó en un colchón inflable que nos facilitó Pablo el nieto de la casera. Cómo era de esperarse fue muy difícil dormir en esas condiciones... A veces nos tocó dormir en el piso, sobre todo a Elena y a mí. Sin embargo, di gracias a Dios por tener un lugar donde pasar la noche. Apenas salió el sol, ni cortos ni perezoso comenzamos nuestra búsqueda por un trabajo, sin olvidar que también debíamos buscar un nuevo techo. Acordamos vernos con nuestra amiga Ana, que ya llevaba 4 meses viviendo en Lima para la búsqueda de mencionado trabajo, así que llegamos a un “centro gráfico” ubicado en el centro de Lima. Éste lugar era conocido como una galería para diseñadores gráficos, así que había bastantes oportunidades de empleabilidad. En ese momento todavía era fácil conseguir trabajo aquí en Lima, sin mencionar que el tema de la nacionalidad ésta vez nos ayudó bastante, así que lo conseguimos de inmediato. Pero ésta historia tendrá que esperar para ser explicada con detalle más adelante.
Durante la búsqueda de trabajo, recorrimos medio Lima de aquí para allá, de allá para acá. En lo personal me encantó la arquitectura de sus edificios antiguos... Fue una de las pocas cosas que me gustaron de Lima en mi primer día.
El tráfico y la lejanía desde el centro hasta donde nos hospedábamos eran fatales... Tomábamos mil rutas para volver a nuestra habitación, sin mencionar las veces que nos perdimos de noche, incluso a veces teníamos problemas con los cobradores del transporte público por las tarifas del pasaje, pues estos se aprovechaban de la ingenuidad de nosotras por ser nuevas en el país. Recuerdo muy bien a una señora, que en uno de estos viajes después de escuchar cuando me cobraban el pasaje, me dijo: “Oye, pero ese no es el precio, te están estafando... Yo me bajo después de ti y pagué menos”. Yo sólo la miré y le dije: “Ay señora! ¿Qué le puedo decir?”, a lo que ella respondió: “Me hubiese gustado decirle ‘algo’ al cobrador, pero podía ser peor. Así que ya aprenderás con el tiempo las distancias”. Dicho y hecho, nada más me quedó que agradecerle a la gentil señora por su buena intensión.
Así que con el tiempo y con ayuda de algunos compatriotas que tenían más tiempo aquí, fuimos aprendiendo “El arte de la viveza peruana”.
Este es un resumen de mi primer día en Perú... La aventura apenas empezaba.

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