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Vigilantes Acosadores

  • Foto del escritor: Janin Ricoveri
    Janin Ricoveri
  • 13 may 2019
  • 4 Min. de lectura

En mis primeros meses en Perú, viviendo como inquilina, tuve variadas experiencias nuevas para mí, entre ellas: Sucesos paranormales, situaciones tensas con el dueño del departamento, fiestas escandalosas "a las que no nos invitaban", y cosas por el estilo. Pero un suceso en particular me sorprendió por sus características inesperadas; sufrí un "leve acoso" por parte de unos vigilantes que trabajaban en mi edificio desde el mismo momento en que me mudé hasta el ultimo día en que tuve que irme con "mis cosas para otra parte", porque se me había vencido el contrato.

Muchas de las personas de aquel condominio nos parecieron muy amables desde un principio. Desde los encargados del área administrativa, hasta los vigilantes de la recepción, quienes nos dispensaban diariamente un amable “buenos días” o un “buenas noches” cada vez que salíamos o entráramos, pero había un vigilante en particular que era excesivamente amable, era el que me abría la puerta, me miraba más de lo que debía y hasta me daba la ligera impresión de que parecía saber a qué hora llegaba del trabajo.

Los días transcurrían, y como era natural, siendo nuevas en la ciudad, queríamos conocer lo más que pudiéramos, así que, cada fin de semana salíamos a buscar alguna novedad citadina: Parques, centros comerciales, plazas, zonas turísticas en general y sobre todo discotecas. Una noche de un sábado decidimos salir a rumbear a Barranco, uno de nuestros distritos favoritos para este tipo de diversión. Generalmente, nos arreglábamos, pedíamos el Uber esperábamos abajo en la "sala de espera" de la recepción. Siempre había un par de vigilantes allí, pero esa noche en particular, algo andaba sospechoso con uno de ellos: miradas intensas, murmuraciones, comentarios en voz muy baja, Era algo inquietante, pero decidi ignorarlo. Y al llegar nuestro Uber, nos fuimos, disfrutamos de la noche y no se habló más del tema hasta el día siguiente.

El domingo al amanecer, me despierto y como todas las mañanas, reviso mi teléfono antes de hacer cualquier otra cosa. Veo mi Whatsapp, Instagram, leo los mensajes de texto, y al momento de revisar el Facebook me percato de una solicitud nueva de alguien que no conocía, por lo tanto, la ignore, pero esta misma persona me había escrito también por el Messenger y mayor mi sorpresa cuando me doy cuenta que me estaba enviando una foto mía la cual me había tomado la noche anterior en el momento en que esperaba el taxi. Pero no era solo la foto, ésta venia decorada con ‘emojis’ románticos y corazoncitos por todos lados, tal cual, un niñito enamorado.

Luego me entero por uno de mis compañeros del departamento, que un vigilante habia estado preguntando por mí, averiguando cosas como mi nombre, mi edad, profesión, estado civil, en fin. A todas estas, ¿Cómo me consiguió en Facebook? ¿Será que mi amigo me delato? ¿O habrá visto mi nombre al momento que firmaba los recibos de los servicios en la recepción? Incógnita que siguen quedando en el aire.

Varias semanas después, tanto mis amigas como yo, dejamos de ver a dicho personaje en el condominio. No supe más de él. Pero si de algo estoy segura, es que él ya no trabajaba más allí. Y de pronto empezamos a ver rostros nuevos incluyendo un par de compatriotas.

Cómo es sabido, al mudarnos, lo primero que hacen los propietarios es entregar una copia de las llaves del arriendo, en este caso, ya quedaba de parte de nosotras sacar dos copias más de las mismas. La verdad es que estuvimos semanas diciendo que lo haríamos y así de esta manera estuvimos viviendo 6 meses con un solo juego de llaves. Y ya que trabajábamos en diferentes horarios se nos ocurrió que la última que saliera en las mañanas (en este caso era Elena), dejara las llaves con los vigilantes en recepción y la primera en llegar en la noche (siendo yo en este caso) la recogía en recepción y le abría a las demás cuando llegaran.

Empezó entonces a suceder algo muy raro. Más allá del mismo extra de amabilidad que algunos vigilantes mostraban, una noche, al volver del trabajo, yendo a recoger las llaves, el muchacho que me las entregó me dijo: “Oye te dejaron esto!!!”. Cual seria mi sorpresa que al tomar las llaves están venían con una pequeña nota pegada... Si!! noticas de amor. La primera vez no pude evitar la risa cuando el muchacho me las entregó, no hice más que disculparme y agradecerle por el favor y subi al departamento. Al llegar las chicas del trabajo, les mostré la nota, y no hicieron más que reírse también y a modo de juego y aburrimiento nos pusimos a tratar de adivinar cuál de los vigilantes había sido por el tipo de letra; que si el bajito, que si el gordito o el venezolano.

Pasaron más noches así, y los mensajes eran otros: “¡qué bonita sonrisa tienes!”, “¡Me gusta tu personalidad!”, “¡Espero hayas tenido un buen día hoy!”, y así, por lo menos no llegaron a ser más de 6 notas. Pasaron los meses y al vencerse nuestro contrato de alquiler, nos tocó mudarnos, así que no faltaban algunos que otros de recepción ayudándonos con el equipaje. Era más que obvio de lo que estaba sucediendo así que se las ingeniaron para intentar pedirme mi número de teléfono, para "verificar" alguna información de alquiler con la administración. A nosotras nos pareció muy extraño ya que ahora no teníamos cuentas que rendirle a nadie. Entonces fue en cuestión de segundos que nos dimos cuenta de lo que intentaba, así que mi amiga Andrea fue más astuta y dejó los datos de ella y si no me equivoco, creo que puso algún numero equivocado.

Hasta la fecha me he preguntado ¿por qué nunca sacamos las copias de esas llaves?


 
 
 

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